Erich
Fromm, escribe este libro con la intención de explicar que significa la
libertad para el hombre moderno e incluir en su análisis los factores
psicológicos y sociológicos que impiden que ésta se desarrolle. También, agrega
el autor que la entidad básica del proceso social es el individuo, sus deseos y
sus temores, su razón y sus pasiones, su disposición para el bien y para el
mal. De esta manera, señala que la tesis del libro es la de que el hombre
moderno, libertado de los lazos de la sociedad preindividualista —que a la vez
lo limitan y le otorgan seguridad—, no ha ganado libertad en el sentido
positivo de la realización de su ser individual, es decir, la expresión de su
potencialidad intelectual, emocional y sensitiva. Aún cuando la libertad le ha
proporcionado independencia y racionalidad, lo ha aislado, y lo ha tornado
ansioso e impotente. Tal aislamiento le resulta insoportable, y la alternativa
que se le ofrece es la de rehuir la responsabilidad de esta libertad positiva.
De este mismo modo, el autor asegura
que los principios del liberalismo económico, de la democracia política, de la
autonomía religiosa y del individualismo en la vida personal, dieron expresión
al anhelo de libertad y al mismo tiempo parecieron aproximar a la humanidad de
su propia plena realización. También, asegura que cuando el individuo había
vencido a la dominación de la naturaleza, adueñándose de ella; había sacudido
la dominación de la Iglesia y del Estado Absolutista, la abolición de la
dominación exterior parecía ser una condición no sólo necesaria, sino también
suficiente para alcanzar el objetivo acariciado: la libertad del individuo. El
autor explica con referencia al fascismo que en un principio, se pensaba que
algunos hallaban el aliento en la creencia de que la victoria del sistema
autoritario se debía a la locura de unos cuantos individuos y que, a su debido
tiempo, esa locura los conduciría al derrumbe. Otros se satisfacían con pensar
que al pueblo italiano, o al alemán, les faltaba una práctica suficiente de la
democracia, y que, por tanto, se podía esperar sin ninguna preocupación el
momento en que estos pueblos alcanzaran la madurez política de las democracias
occidentales. Otra ilusión, era que Hitler se había apoderado del Estado sólo
con astucias y engaños.
Por otro lado, Fromm considera que
Freud fue más allá al tender hacia la observación y el análisis de las fuerzas
irracionales e inconscientes que determinan parte de la conducta humana, pero
Freud estaba tan imbuido del espíritu de la cultura a la que pertenecía, que no
podía ir más allá de los límites impuestos por esa cultura misma. Esos límites
se convirtieron en vallas que llegaban hasta impedirle la comprensión del
individuo normal y de los fenómenos irracionales que operan en la vida social.
Freud eligió el término sublimación al referirse a la extraña transformación
que conduce de la represión a la conducta civilizada. Si el volumen de la
represión es mayor que la capacidad de sublimación, los individuos se tornan neuróticos
y entonces se hace preciso conceder una merma en la represión. En otras
palabras, la sociedad no sólo ejerce una función de represión, sino que posee
también una función creadora. Así descubrimos, que desde el Renacimiento a
nuestros días los hombres han adquirido ambición de fama que, aún cuando hoy
nos parece muy natural, casi no existía en el hombre de la sociedad medieval,
lo mismo pasó con la belleza natural y también el trabajo obsesivo en el norte
de Europa. Este ardiente deseo de fama, éxito y la tendencia compulsiva hacia
el trabajo son fuerzas sin las cuales el capitalismo moderno no hubiera podido
desarrollarse.
Así mismo, el autor señala que es
importante distinguir entre la adaptación estática y dinámica. Por la primera
se entiende la forma de adaptación a las normas que deje inalterada toda
estructura del carácter e implique simplemente una adopción de un nuevo hábito.
Por adaptación dinámica se entiende, por ejemplo: cuando un niño, sometiéndose
a las órdenes de su padre severo y amenazador —porque teme demasiado para
proceder de otra manera—, se transforma en un buen chico. Al tiempo que se
adapta a las necesidades de la situación, hay algo que ocurre dentro de sí
mismo. Puede desarrollar una intensa hostilidad hacia su padre y reprimirla,
puesto que sería demasiado peligroso expresarla. Tal hostilidad puede crear una
angustia y conducir así a una sumisión aún más profunda.
Es
así que cuanto más se transforma en individuo , se presenta con mayor magnitud
el dilema de unirse al mundo a través de las condiciones que le pone la
sociedad, o buscar alguna forma de seguridad.
Fromm
nombra algunos mecanismos de evasión, como son el autoritarismo:
señala algunas relaciones de autoridad; en la primera, prevalecen elementos de
amor, admiración o gratitud. La autoridad representa a la vez un ejemplo con el
que desea uno identificarse parcial o totalmente. En la segunda se originan
sentimientos de hostilidad y resentimiento en contra del explotador, al cual
uno se siente subordinado en prejuicio de los propios intereses. Hay un rasgo
del carácter autoritario que ha engañado a muchos observadores: la tendencia a
desafiar a la autoridad y a indignarse por toda intromisión, desde arriba. El
carácter autoritario extrae la fuerza para obrar apoyándose en ese poder
superior. Éste no puede ser nunca atacado o cambiado. Para él la debilidad es
siempre un signo de culpabilidad e inferioridad, y si el ser, en el cual cree
el carácter autoritario da señales de debilitarse, su amor y respeto se
transforman en odio y desprecio. Carece así de potencia ofensiva capaz de
atacar al poder construido, sin estar sometido al mismo tiempo a otro poder más
fuerte. En la filosofía autoritaria el concepto de igualdad no existe. El
carácter autoritario puede a veces emplear el término igualdad en forma
convencional, porque conviene a sus propósitos. La destructividad:
representa una forma de huir de un insoportable sentimiento de impotencia, dado
que se dirige a eliminar todos aquellos objetos con los que el individuo debe
compararse, a esas mismas condiciones de aislamiento e impotencia se deben
otras dos fuentes de la destructividad; la angustia y la frustración de la
vida. Otra consecuencia de la misma situación básica está representada por lo que
Fromm ha llamado la frustración de la vida. El individuo aislado e impotente ve
obstruido el camino de la realización de sus potencias sensoriales, emocionales
e intelectuales. Carece de la seguridad interior y de la espontaneidad que
constituyen las condiciones de tal realización. Esta obstrucción íntima resulta
acrecentada por los tabúes culturales impuestos a la felicidad y al placer,
tales como aquellos que han tenido vigencia a través de la religión y las
costumbres de la clase media desde el periodo de la Reforma. En nuestros días
el tabú exterior ha desaparecido virtualmente pero los obstáculos íntimos han
permanecido muy fuertes, a pesar de la aprobación consiente que recae sobre el
placer sensual. En nuestra escena contemporánea la destructividad de la baja
clase media ha contribuido como factor importante en el surgimiento del
nazismo. La conformidad automática: El individuo deja de ser él mismo;
adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas
culturales, y por lo tanto se transforma en un ser exactamente igual a todo el
mundo y tal como los demás esperan que él sea. La discrepancia entre el yo y el
mundo desaparece y con ella el miedo consiente de la soledad y la impotencia. De
hecho al observar el fenómeno de la decisión humana es impresionante el grado
en que la gente se equivoca al tomar por decisiones propias lo que en efecto
constituye un simple sometimiento a las convenciones, al deber o a la presión
social, lo que conduce a reemplazar el yo original por un seudoyo, arrojando
así al individuo a un intenso estado de inseguridad, pues al querer quedar bien
con los demás ha perdido su identidad, para superar este terror de esta pérdida
se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar el reconocimiento en los
demás. Puesto que él no sabe quién es.
Al
mismo tiempo, el autor toma en cuenta algunas etapas de la historia como por
ejemplo: la edad media, cuando hay ausencia de libertad individual y el orden
social da al hombre ese sentimiento de seguridad y pertenencia que necesita,
pero que lo encadena; la falta de autoconciencia: el individuo todavía no
existe como tal. En el Renacimiento, surge la competencia, el hombre se
reconoce así mismo como diferente y separado de los demás, se ven ligadas la
libertad y la tiranía, la individualidad y el desorden, los ricos burgueses son
ahora más ricos pero están más solos y nace un anhelo de fama. En la reforma,
los hombres necesitan aferrarse a algo para sentirse seguros, casi siempre es
la religión, esa sumisión es debida a la impotencia del hombre y lo hace por
amor. Fromm cuenta que Lutero dio a los hombres libertad al decir que la
relación con Dios era directa y no eran necesarios los curas o el Papa, mientras
se apoyó en los conceptos de la salvación y la fe. En aquella época se decía
que el hombre era malo por naturaleza y eso no le daba libertad para hacer lo
adecuado, se recurría a la autohumillación como medio para alcanzar la
salvación, se decía que había hombres predestinados y que las buenas obras no
conducían a la salvación, sólo el Señor sabía a quién salvar y a quien
condenar. Se tenía que ser capaz de realizar un esfuerzo moral, llevar una vida
en virtud para pertenecer al grupo de los elegidos. En la sociedad moderna
vemos al hombre más independiente y más crítico, otorgándole una mayor
autoconfianza que también le crea la impresión de estar aislado y atemorizado.
En la sociedad contemporánea los medios de comunicación dejan sentir su influencia
en los individuos, la publicidad que se transmite en ellos le genera al hombre
una sensación de nimiedad e impotencia, aplastando la capacidad crítica, pues
se dirige a la emoción, no hacia la razón, el hombre también se siente aislado,
pues la idea de la individualidad le genera soledad, por lo que también echa
sin darse cuenta, mano de los recursos de evasión, lo que ocurre en la sociedad
contemporánea es que al mantener la idea de individualidad en relación al
egoísmo, el amor y el individualismo, el hombre moderno cree que sus acciones
son generadas a partir del interés personal, sin embargo dedica su vida a fines
ajenos a su persona, de esta manera se produce la alineación de la persona.
Para algunos pensadores como Kant y Freud el egoísmo es el amor a uno mismo.
Para Fromm, el egoísmo no es idéntico al amor a sí mismo, sino a su opuesto. De
tal modo, que el individuo egoísta no quiere a los otros ni a sí mismo. El
autor opina que el egoísmo está fundado en carencia de autoafirmación y el amor
hacia el yo real, por lo tanto, el yo en cuyo interés obra el hombre moderno
será el yo social.
De
igual manera, Fromm aborda el tema del nazismo, preguntándose el porqué tuvo
lugar un movimiento social tan terrible en una época según tan moderna, de
igual modo se cuestiona el hecho de que un país democrático, eligiera a través
del voto a Hitler, un tipo extremadamente autoritario y racista, hombre que
desató la guerra más desastrosa y terrorífica de todos los tiempos. La
explicación que da Fromm es la siguiente: Hitler dio seguridad a los alemanes,
les concedió un ideal por el cual pelear, esto aunado a factores como la
derrota alemana en la primera guerra, la falta de espiritualidad, de poca
unidad familiar, la crisis económica y la desaparición de la monarquía,
propiciaron que Hitler convenciera al pueblo alemán de que volverían a ser lo
que algunas vez fueron en la edad media, la sede del imperio, también los
convenció a todos de que la raza aria era mejor, y que ellos merecían una vida
digna. El autor concluye que la verdadera fuente del fascismo ha de hallarse en
el alma humana y no en la economía. En la existencia de un inmenso orgullo, en
el placer de ser cruel, en la desintegración neurótica, es donde reside la
explicación del fascismo y no en el Tratado de Versalles.
En
el último tema, libertad y democracia, Fromm explica el moldeamiento que proporciona
la sociedad a los hombres por medio de normas sociales con las que se prepara
al individuo a través de su carácter de manera que se acerque al carácter
social común. La libertad positiva consiste en la libertad espontanea de la
personalidad total e integrada La realización del yo se alcanza por la
expansión activa de sus potenciales intelectuales y emocionales, eliminando la
discrepancia entre la razón y el instinto. El hombre superará el aislamiento y
obtendrá seguridad, se transformará en parte del mundo de modo estructura y
entenderá que el significado de la vida es el mero hecho de vivir, sin
necesidad de hacerse ilusiones.
En
conclusión, considero que “El miedo a la
libertad” de Erich Fromm no es sólo un libro interesante, es además, una
herramienta importante para el autodescubrimiento personal y la sociedad en la
habitamos. Después de su lectura, mis conocimientos sobre la libertad de los
individuos es completamente distinta a la que tenía antes, ahora sé que muchos
de nosotros no somos libres, ya sea por presión social o porque sencillamente tememos
serlo. Por fortuna el autor, no sólo explica la compleja problemática que
existe en este asunto, además nos da una solución para acercarnos a la libertad,
para poder vivir sin miedo y para ser nosotros mismos.