miércoles, 29 de mayo de 2013

Las armas de fuego en el renacimiento

En un inicio las armas de fuego son piezas de artillería pesadas, de difícil manejo, transporte y fabricación, pero el efecto físico sobre fortalezas y soldados es tan efectivo que su uso se incrementa y no hay ejército que no cuente con ellas. Jacob Burckhard dice: “El perfeccionamiento de las armas de fuego contribuyó, por decirlo así, a democratizar la guerra, no sólo porque los más firmes castillos se estremecieron ante las bombardas, sino porque adquirió una cardinal importancia la destreza, ejercitada en medios burgueses, del ingeniero, del fundidor y del artillero”.
Aún más importante es el efecto psicológico que causa en el enemigo. Burckhard lo describe así: “El alma de los pequeños ejércitos italianos de mercenarios… quedaba disminuida por los medios de destrucción accionados a distancia”. Pero también hay un efecto moral: son tenidas por armas malignas y deshonrosas. Burckhard cuenta que: “Paolo Vitelli hacia sacar los ojos y cortar las manos a los escopeteros enemigos, mientras él empleaba cañones cuyo uso le parecía lícito”. Este pensamiento afloraba cuando se tenía algún retraso técnico con el otro ejército, pero el fin era el mismo, matar al enemigo y si estaba a su alcance fabricarlas y usarlas mejor, estas armas acabaron con la hegemonía de la caballería pesada que había dominado el campo de batalla. Los nobles guerreros a pesar de su desprecio por estos instrumentos diabólicos no dudaron en incorporarlos a sus arsenales, combinándolos al mismo tiempo con mazas y hachas de guerra.
Los estados italianos tenían ejércitos que contaban con una cantidad importante de recursos para mejorar su capacidad de lucha, Michael Mallett opina que: “Fue una etapa de gran experimentación, en la que se asistió al desarrollo de la artillería, sobretodo en Venecia y Milán”. Esa etapa fue edificada gracias a los capitanes y príncipes condottieri, Los condottieri eran hombres que peleaban a cambio de dinero y que eran contratados por reyes o nobles, entre otros. Mallet señala sobre esta etapa que: “se caracterizó por las grandes innovaciones en la construcción de fortalezas, llevada a cabo por excelentes arquitectos”. Estos arquitectos son Baccio Pontelli, Franceso de Giorgio Martini, Guiliano da San Gallo el Viejo, quienes también están implicados en la fabricación de la artillería, que dio paso a las primeras armas de fuego portátiles por ejemplo las lombardas o el basilisco, el fusil de 2 a 3 pies de longitud, es decir, armas que son capaces de disparar un peso de 15 a 20 gramos. Todas esas armas de fuego tenían dos inconvenientes, el primero, a la pólvora había que darle fuego con una mecha mediante un serpentín o palanca en doble curva, accionado manualmente, el segundo, resultaba casi imposible la recarga en medio de una batalla, esto fue así hasta que aparecieron los serpentines de muelle y de disparo, que perfeccionan las armas de fuego portátiles.
Por otra parte, la infantería se ve beneficiada con las armas de fuego, pero esto no significó para nada el final de la caballería, como pudiera creerse. Hubo grandes progresos técnicos, como el mecanismo de rueda (un sistema que permitía el encendido de la pólvora que aprovechaba las chispas desprendidas de un pedernal mediante el roce con una rueda dentada, que giraba gracias a un muelle al liberar la presión sobre el gatillo), armaron así a los llamados arcabuceros y mosqueteros a caballo, cuyas primeras unidades fueron creadas en 1496 usadas por Camilo Vitelli, con el objetivo de dar una mayor movilidad a la infantería y deshacer las formaciones de caballería pesada.
En algunos casos, las armas de fuego sirven para mostrar fortaleza más que daño, Tzvetan Todorov nos lo cuenta de esta manera a referirse a Hernán Cortes, “El propio uso que hacía de sus armas tenía una eficacia simbólica más que práctica…utilizó cañones para asustar a sus interlocutores más que para destruir las murallas…”. Con esto quería impresionar al enemigo.
En fin, en el renacimiento europeo se da sin lugar a dudas una profunda revolución en el arte de la guerra. Las armas de fuego constituyen éste cambio, pero también las fortalezas cambian, las armaduras de los soldados, las técnicas de ataque y defensa se perfeccionan, los tiempos de asedio a las ciudades se acortan. Pero no nada más eso, además existe un gran avance científico y un desarrollo técnico propios del espíritu innovador y aventurero de la época, reforzados por la gran entrada de recursos económicos en Europa y el agitado ambiente político.

BIBLIOGRAFÍA
Eugenio Garin y otros, El hombre del renacimiento, Madrid, España, Editorial Alianza, 1990.
Jacob Burckhardt, La cultura del renacimiento en Italia, Segunda Edición, D.F., México, Editorial Porrua S.A. de C.V., 1999.
Ruggiero Romano y Alberto Tenenti, Los fundamentos del mundo moderno, Edad Media Tardía, Renacimiento y Reforma, D.F., México, Undécima edición, Editorial Siglos XXI editores S.A., 1980.
Muy interesante #38, La Europa del Renacimiento Europeo, Revolución en el arte de la guerra, España, 2011.

jueves, 16 de mayo de 2013

Ensayo sobre “El Aleph” de Jorge Luis Borges


El 24 de agosto de 1899, nace en Buenos Aires, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges. Se le considera uno de los mejores escritores del siglo XX, Su obra es muy apreciada en el mundo, ha sido analizada e interpretada, por cientos de personas, considerándola una de las más originales. Durante su trayectoria como escritor publicó ensayos, cuentos y poemas. Su postura política lo mantuvo al margen de obtener el premio Nobel. Quedó ciego a los 55 años, dependiendo desde entonces de su madre y sus amigos para poder dictar sus cuentos. Sin duda Borges es el escritor argentino más leído en el orbe. Se considera su trabajo de una gran erudición y una compleja simbología. Muere en Ginebra, Suiza, en 1986.
La primera alusión que encontramos en el formidable cuento “El Aleph”, de Borges, es con la Alegoría de la Caverna de Platón, donde un hombre que ha salido de la caverna logra conocer un mundo que se contrapone al de sus compañeros que viven prisioneros. Borges dice que: “Creo que los argentinos, los sudamericanos en general…podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”.[1] Borges admite de esta manera, que la recreación de temas extranjeros enriquecerá la literatura sudamericana. En semejanza al protagonista de Platón, el personaje principal del cuento, Borges, al  tener la experiencia con el Aleph, punto geográfico en donde se encuentran todos los puntos del universo, vistos desde todos los puntos, puede ver sitios antiguos, modernos, futuros, desde su interior, puede verlos al mismo tiempo y no sólo eso, también puede  preguntarse si los vio. Esta última añadidura nos sirve para demostrar el concepto de parodia definido por Linda Hutcheon, ella dice que: “parodia es repetición con diferencia”, también se puede decir que es una recreación y en algunas ocasiones se utiliza como homenaje a una obra.
Por otra parte, el autor juega en la narración con el lector, primero, poniendo la duda sobre la existencia del Aleph; después, le da una explicación sobre el objeto, su aspecto fantástico; a continuación, dice que el personaje lo ve; y por último, duda sobre si de verdad lo vio, cuestionando la veracidad de lo narrado, lo cual deja al lector parado en un pie.
Sin embargo, el autor no se conforma con intrigar al lector, además usa su propio nombre en el protagonista, le agrega conocimientos literarios, propios del autor, está representación artificial de sí mismo, crea muchísima ambigüedad, entre el Borges del cuento y el escritor que crea la historia. Al decir que el personaje se llama Borges, de inmediato se establece una asociación a la idea de las características físicas y mentales de las que tenemos conocimiento posee el Borges real. El lector duda entre lo real y lo ficticio del personaje.
Por si fuera poco, Borges crea otro personaje similar a él, Carlos Argentino Daneri, quien representa a un bibliotecario, escritor, como lo fue él mismo autor en alguna etapa de su vida. Además, cuyo nombre nos recuerda a Dante Alighieri, poeta florentino, escritor de la Divina Comedia. Helena Beristaín dice que: “parodia es la obra original construida a partir de la codificación de elementos estructurales tomados de otras obras”.[2] Es inevitable recordar el descenso de Dante al Infierno y compararlo de inmediato con la bajada de Borges al sótano, donde se encuentra el místico Aleph. Por consecuencia, Carlos Argentino sustituiría a Virgilio, aunque de una manera menos sacralizada.
Borges se da a la tarea de deformar la realidad, quizá por eso nos habla de espejos, traducciones, retratos y oscuridad. Lo hace también, al hablar de Beatriz Viterbo, cuando recuerda varias fotografías: “Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio”. Como si se tratara de varias mujeres y sólo de una. Beatriz, que es el amor platónico del protagonista; Beatriz, de la que va olvidando sus rasgos, debido a la trágica erosión de los años, se vuelve algo subjetivo.
Otra característica del cuento, es el uso de la metaliteratura, por ejemplo cuando Borges dice: “lo que mis ojos vieron fue simultaneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es”. El escritor se refiere a que tiene que escribir palabra tras palabra, para describir lo sucedido. Otro ejemplo de la metalitaratura empleada en la obra la vemos  cuando el autor escribe: “el segundo hemistiquio entabla animadísima charla con el lector”. Lo hace al referirse a la mitad de un verso que se autoalaba Carlos Argentino.
Hay más similitudes entre el texto del escritor argentino y Platón, la alegoría de la caverna, cuenta que los hombres están encadenados, de pies y cuello, deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, por su parte Borges el personaje debe de permanecer inmóvil y ver a un punto fijo, unos las sombras y otro el Aleph,, en ambos casos una imagen que sustituye la realidad.
En contra parte, vemos diferencias, por el lado de la alegoría de la caverna las imágenes son reflejos de objetos reales, lo real estaría fuera de la caverna, sin embargo en el Aleph, las múltiples imágenes que se ven a través del Aleph, tan sólo son posibles verdades.
En conclusión, Borges demuestra que es apropiado usar textos pertenecientes a otras tradiciones para crear algo más rico; y dice que: “no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo”.[3] Haciendo hincapié en que usemos todos los temas, porque nuestra nacionalidad sólo es una máscara. Linda Hutcheon se pregunta y contesta de la siguiente manera: “¿Qué puede ser parodiado? Cualquier forma codificada puede, teóricamente, ser tratada en términos de repetición con distancia crítica”. Recurso que utiliza el escritor argentino de manera sutil y con maestría. Parece ser que a Borges lo que más le gusta, es encontrar temas paradójicos, curiosidades que pueda abordar desde una visión sobrepuesta, para enloquecer un poco al lector y obligarlo a la relectura, conglomerar el breve texto de sucesos, lugares y personajes, que muchas veces invitan a la investigación para poder ser comprendidos. Lo curioso es que lo logra sin ser aburrido. No sólo hace una renovación de mitos e historias asiáticas u occidentales, además, busca ese sitio o suceso extraño, equiparable a los textos sagrados. El lector puede hacer múltiples interpretaciones del cuento Borgiano, pero será más enriquecedor si se buscan las obras que cita o lugares de los que habla en sus relatos para descifrar mejor el cuento.       



[1] Jorge Luis Borges. El escritor argentino y la tradición. España, Madrid, 1997.
[2] Helena Beristaín. Diccionario de retórica y poética. México, D.F., 1995 p. 387.
[3] Jorge Luis Borges. El escritor argentino y la tradición. España, Madrid 1997.

jueves, 9 de mayo de 2013

“El miedo a la libertad” de Erich Fromm (Resumen)


Erich Fromm, escribe este libro con la intención de explicar que significa la libertad para el hombre moderno e incluir en su análisis los factores psicológicos y sociológicos que impiden que ésta se desarrolle. También, agrega el autor que la entidad básica del proceso social es el individuo, sus deseos y sus temores, su razón y sus pasiones, su disposición para el bien y para el mal. De esta manera, señala que la tesis del libro es la de que el hombre moderno, libertado de los lazos de la sociedad preindividualista —que a la vez lo limitan y le otorgan seguridad—, no ha ganado libertad en el sentido positivo de la realización de su ser individual, es decir, la expresión de su potencialidad intelectual, emocional y sensitiva. Aún cuando la libertad le ha proporcionado independencia y racionalidad, lo ha aislado, y lo ha tornado ansioso e impotente. Tal aislamiento le resulta insoportable, y la alternativa que se le ofrece es la de rehuir la responsabilidad de esta libertad positiva.
            De este mismo modo, el autor asegura que los principios del liberalismo económico, de la democracia política, de la autonomía religiosa y del individualismo en la vida personal, dieron expresión al anhelo de libertad y al mismo tiempo parecieron aproximar a la humanidad de su propia plena realización. También, asegura que cuando el individuo había vencido a la dominación de la naturaleza, adueñándose de ella; había sacudido la dominación de la Iglesia y del Estado Absolutista, la abolición de la dominación exterior parecía ser una condición no sólo necesaria, sino también suficiente para alcanzar el objetivo acariciado: la libertad del individuo. El autor explica con referencia al fascismo que en un principio, se pensaba que algunos hallaban el aliento en la creencia de que la victoria del sistema autoritario se debía a la locura de unos cuantos individuos y que, a su debido tiempo, esa locura los conduciría al derrumbe. Otros se satisfacían con pensar que al pueblo italiano, o al alemán, les faltaba una práctica suficiente de la democracia, y que, por tanto, se podía esperar sin ninguna preocupación el momento en que estos pueblos alcanzaran la madurez política de las democracias occidentales. Otra ilusión, era que Hitler se había apoderado del Estado sólo con astucias y engaños.
            Por otro lado, Fromm considera que Freud fue más allá al tender hacia la observación y el análisis de las fuerzas irracionales e inconscientes que determinan parte de la conducta humana, pero Freud estaba tan imbuido del espíritu de la cultura a la que pertenecía, que no podía ir más allá de los límites impuestos por esa cultura misma. Esos límites se convirtieron en vallas que llegaban hasta impedirle la comprensión del individuo normal y de los fenómenos irracionales que operan en la vida social. Freud eligió el término sublimación al referirse a la extraña transformación que conduce de la represión a la conducta civilizada. Si el volumen de la represión es mayor que la capacidad de sublimación, los individuos se tornan neuróticos y entonces se hace preciso conceder una merma en la represión. En otras palabras, la sociedad no sólo ejerce una función de represión, sino que posee también una función creadora. Así descubrimos, que desde el Renacimiento a nuestros días los hombres han adquirido ambición de fama que, aún cuando hoy nos parece muy natural, casi no existía en el hombre de la sociedad medieval, lo mismo pasó con la belleza natural y también el trabajo obsesivo en el norte de Europa. Este ardiente deseo de fama, éxito y la tendencia compulsiva hacia el trabajo son fuerzas sin las cuales el capitalismo moderno no hubiera podido desarrollarse.
            Así mismo, el autor señala que es importante distinguir entre la adaptación estática y dinámica. Por la primera se entiende la forma de adaptación a las normas que deje inalterada toda estructura del carácter e implique simplemente una adopción de un nuevo hábito. Por adaptación dinámica se entiende, por ejemplo: cuando un niño, sometiéndose a las órdenes de su padre severo y amenazador —porque teme demasiado para proceder de otra manera—, se transforma en un buen chico. Al tiempo que se adapta a las necesidades de la situación, hay algo que ocurre dentro de sí mismo. Puede desarrollar una intensa hostilidad hacia su padre y reprimirla, puesto que sería demasiado peligroso expresarla. Tal hostilidad puede crear una angustia y conducir así a una sumisión aún más profunda.
Es así que cuanto más se transforma en individuo , se presenta con mayor magnitud el dilema de unirse al mundo a través de las condiciones que le pone la sociedad, o buscar alguna forma de seguridad.
Fromm nombra algunos mecanismos de evasión, como son el autoritarismo: señala algunas relaciones de autoridad; en la primera, prevalecen elementos de amor, admiración o gratitud. La autoridad representa a la vez un ejemplo con el que desea uno identificarse parcial o totalmente. En la segunda se originan sentimientos de hostilidad y resentimiento en contra del explotador, al cual uno se siente subordinado en prejuicio de los propios intereses. Hay un rasgo del carácter autoritario que ha engañado a muchos observadores: la tendencia a desafiar a la autoridad y a indignarse por toda intromisión, desde arriba. El carácter autoritario extrae la fuerza para obrar apoyándose en ese poder superior. Éste no puede ser nunca atacado o cambiado. Para él la debilidad es siempre un signo de culpabilidad e inferioridad, y si el ser, en el cual cree el carácter autoritario da señales de debilitarse, su amor y respeto se transforman en odio y desprecio. Carece así de potencia ofensiva capaz de atacar al poder construido, sin estar sometido al mismo tiempo a otro poder más fuerte. En la filosofía autoritaria el concepto de igualdad no existe. El carácter autoritario puede a veces emplear el término igualdad en forma convencional, porque conviene a sus propósitos. La destructividad: representa una forma de huir de un insoportable sentimiento de impotencia, dado que se dirige a eliminar todos aquellos objetos con los que el individuo debe compararse, a esas mismas condiciones de aislamiento e impotencia se deben otras dos fuentes de la destructividad; la angustia y la frustración de la vida. Otra consecuencia de la misma situación básica está representada por lo que Fromm ha llamado la frustración de la vida. El individuo aislado e impotente ve obstruido el camino de la realización de sus potencias sensoriales, emocionales e intelectuales. Carece de la seguridad interior y de la espontaneidad que constituyen las condiciones de tal realización. Esta obstrucción íntima resulta acrecentada por los tabúes culturales impuestos a la felicidad y al placer, tales como aquellos que han tenido vigencia a través de la religión y las costumbres de la clase media desde el periodo de la Reforma. En nuestros días el tabú exterior ha desaparecido virtualmente pero los obstáculos íntimos han permanecido muy fuertes, a pesar de la aprobación consiente que recae sobre el placer sensual. En nuestra escena contemporánea la destructividad de la baja clase media ha contribuido como factor importante en el surgimiento del nazismo. La conformidad automática: El individuo deja de ser él mismo; adopta por completo el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, y por lo tanto se transforma en un ser exactamente igual a todo el mundo y tal como los demás esperan que él sea. La discrepancia entre el yo y el mundo desaparece y con ella el miedo consiente de la soledad y la impotencia. De hecho al observar el fenómeno de la decisión humana es impresionante el grado en que la gente se equivoca al tomar por decisiones propias lo que en efecto constituye un simple sometimiento a las convenciones, al deber o a la presión social, lo que conduce a reemplazar el yo original por un seudoyo, arrojando así al individuo a un intenso estado de inseguridad, pues al querer quedar bien con los demás ha perdido su identidad, para superar este terror de esta pérdida se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar el reconocimiento en los demás. Puesto que él no sabe quién es.
Al mismo tiempo, el autor toma en cuenta algunas etapas de la historia como por ejemplo: la edad media, cuando hay ausencia de libertad individual y el orden social da al hombre ese sentimiento de seguridad y pertenencia que necesita, pero que lo encadena; la falta de autoconciencia: el individuo todavía no existe como tal. En el Renacimiento, surge la competencia, el hombre se reconoce así mismo como diferente y separado de los demás, se ven ligadas la libertad y la tiranía, la individualidad y el desorden, los ricos burgueses son ahora más ricos pero están más solos y nace un anhelo de fama. En la reforma, los hombres necesitan aferrarse a algo para sentirse seguros, casi siempre es la religión, esa sumisión es debida a la impotencia del hombre y lo hace por amor. Fromm cuenta que Lutero dio a los hombres libertad al decir que la relación con Dios era directa y no eran necesarios los curas o el Papa, mientras se apoyó en los conceptos de la salvación y la fe. En aquella época se decía que el hombre era malo por naturaleza y eso no le daba libertad para hacer lo adecuado, se recurría a la autohumillación como medio para alcanzar la salvación, se decía que había hombres predestinados y que las buenas obras no conducían a la salvación, sólo el Señor sabía a quién salvar y a quien condenar. Se tenía que ser capaz de realizar un esfuerzo moral, llevar una vida en virtud para pertenecer al grupo de los elegidos. En la sociedad moderna vemos al hombre más independiente y más crítico, otorgándole una mayor autoconfianza que también le crea la impresión de estar aislado y atemorizado. En la sociedad contemporánea los medios de comunicación dejan sentir su influencia en los individuos, la publicidad que se transmite en ellos le genera al hombre una sensación de nimiedad e impotencia, aplastando la capacidad crítica, pues se dirige a la emoción, no hacia la razón, el hombre también se siente aislado, pues la idea de la individualidad le genera soledad, por lo que también echa sin darse cuenta, mano de los recursos de evasión, lo que ocurre en la sociedad contemporánea es que al mantener la idea de individualidad en relación al egoísmo, el amor y el individualismo, el hombre moderno cree que sus acciones son generadas a partir del interés personal, sin embargo dedica su vida a fines ajenos a su persona, de esta manera se produce la alineación de la persona. Para algunos pensadores como Kant y Freud el egoísmo es el amor a uno mismo. Para Fromm, el egoísmo no es idéntico al amor a sí mismo, sino a su opuesto. De tal modo, que el individuo egoísta no quiere a los otros ni a sí mismo. El autor opina que el egoísmo está fundado en carencia de autoafirmación y el amor hacia el yo real, por lo tanto, el yo en cuyo interés obra el hombre moderno será el yo social.
De igual manera, Fromm aborda el tema del nazismo, preguntándose el porqué tuvo lugar un movimiento social tan terrible en una época según tan moderna, de igual modo se cuestiona el hecho de que un país democrático, eligiera a través del voto a Hitler, un tipo extremadamente autoritario y racista, hombre que desató la guerra más desastrosa y terrorífica de todos los tiempos. La explicación que da Fromm es la siguiente: Hitler dio seguridad a los alemanes, les concedió un ideal por el cual pelear, esto aunado a factores como la derrota alemana en la primera guerra, la falta de espiritualidad, de poca unidad familiar, la crisis económica y la desaparición de la monarquía, propiciaron que Hitler convenciera al pueblo alemán de que volverían a ser lo que algunas vez fueron en la edad media, la sede del imperio, también los convenció a todos de que la raza aria era mejor, y que ellos merecían una vida digna. El autor concluye que la verdadera fuente del fascismo ha de hallarse en el alma humana y no en la economía. En la existencia de un inmenso orgullo, en el placer de ser cruel, en la desintegración neurótica, es donde reside la explicación del fascismo y no en el Tratado de Versalles.
En el último tema, libertad y democracia, Fromm explica el moldeamiento que proporciona la sociedad a los hombres por medio de normas sociales con las que se prepara al individuo a través de su carácter de manera que se acerque al carácter social común. La libertad positiva consiste en la libertad espontanea de la personalidad total e integrada La realización del yo se alcanza por la expansión activa de sus potenciales intelectuales y emocionales, eliminando la discrepancia entre la razón y el instinto. El hombre superará el aislamiento y obtendrá seguridad, se transformará en parte del mundo de modo estructura y entenderá que el significado de la vida es el mero hecho de vivir, sin necesidad de hacerse ilusiones.
En conclusión, considero que  “El miedo a la libertad” de Erich Fromm no es sólo un libro interesante, es además, una herramienta importante para el autodescubrimiento personal y la sociedad en la habitamos. Después de su lectura, mis conocimientos sobre la libertad de los individuos es completamente distinta a la que tenía antes, ahora sé que muchos de nosotros no somos libres, ya sea por presión social o porque sencillamente tememos serlo. Por fortuna el autor, no sólo explica la compleja problemática que existe en este asunto, además nos da una solución para acercarnos a la libertad, para poder vivir sin miedo y para ser nosotros mismos.