miércoles, 23 de abril de 2014

(Un monólogo en honor a dos titanes, Shakespeare y Julio César).

Monólogo de Julio César


¡Oh Senado! ¿A qué se debe tal sed? ¿Al miedo?
¿Por qué han derramado el vino en la mesa que amo?
¿Tan espantosa les pareció esa jarra
que con aceros celosos la han desquebrajado?
Anhelé para mi fin una batalla digna,
un recinto más alto que Alesia o las Galias,
o el padecimiento que me obsequiaron los dioses,
no la hipocresía, no ésta infamia traidora.
Si vieron que rechacé la Corona tres veces,
tres veces debieron de aprisionar sus ánimos,
tentados todos a ofrecer furiosa su espada,
no es de carne y sangre el hombre que la ha domado.
¡Tú también, Bruto! Querido hijo. ¡Tú también!
Inconmovible fuiste con quien te cargó en brazos,
quien perdonó de inmediato tu apoyo a Pompeyo,
y por quererte tanto, dio en gobierno la Galia.
¡Muerte! Amiga, más franca que mis homicidas,
témpera el cuerpo ahogado en sus propios líquidos,
el dolor inimaginable lleva contigo,
hurta de mí la pena de mostrar sufrimiento.
Aquel carro de caballos carmesí se eleva,
el mismo que galopó incansable mi pecho,
ahora cual cometa cruza las nubes más altas,
mientras un sueño de mujer escolta mi espectro.

Edgar Omar García García