jueves, 16 de mayo de 2013

Ensayo sobre “El Aleph” de Jorge Luis Borges


El 24 de agosto de 1899, nace en Buenos Aires, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges. Se le considera uno de los mejores escritores del siglo XX, Su obra es muy apreciada en el mundo, ha sido analizada e interpretada, por cientos de personas, considerándola una de las más originales. Durante su trayectoria como escritor publicó ensayos, cuentos y poemas. Su postura política lo mantuvo al margen de obtener el premio Nobel. Quedó ciego a los 55 años, dependiendo desde entonces de su madre y sus amigos para poder dictar sus cuentos. Sin duda Borges es el escritor argentino más leído en el orbe. Se considera su trabajo de una gran erudición y una compleja simbología. Muere en Ginebra, Suiza, en 1986.
La primera alusión que encontramos en el formidable cuento “El Aleph”, de Borges, es con la Alegoría de la Caverna de Platón, donde un hombre que ha salido de la caverna logra conocer un mundo que se contrapone al de sus compañeros que viven prisioneros. Borges dice que: “Creo que los argentinos, los sudamericanos en general…podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener, y ya tiene, consecuencias afortunadas”.[1] Borges admite de esta manera, que la recreación de temas extranjeros enriquecerá la literatura sudamericana. En semejanza al protagonista de Platón, el personaje principal del cuento, Borges, al  tener la experiencia con el Aleph, punto geográfico en donde se encuentran todos los puntos del universo, vistos desde todos los puntos, puede ver sitios antiguos, modernos, futuros, desde su interior, puede verlos al mismo tiempo y no sólo eso, también puede  preguntarse si los vio. Esta última añadidura nos sirve para demostrar el concepto de parodia definido por Linda Hutcheon, ella dice que: “parodia es repetición con diferencia”, también se puede decir que es una recreación y en algunas ocasiones se utiliza como homenaje a una obra.
Por otra parte, el autor juega en la narración con el lector, primero, poniendo la duda sobre la existencia del Aleph; después, le da una explicación sobre el objeto, su aspecto fantástico; a continuación, dice que el personaje lo ve; y por último, duda sobre si de verdad lo vio, cuestionando la veracidad de lo narrado, lo cual deja al lector parado en un pie.
Sin embargo, el autor no se conforma con intrigar al lector, además usa su propio nombre en el protagonista, le agrega conocimientos literarios, propios del autor, está representación artificial de sí mismo, crea muchísima ambigüedad, entre el Borges del cuento y el escritor que crea la historia. Al decir que el personaje se llama Borges, de inmediato se establece una asociación a la idea de las características físicas y mentales de las que tenemos conocimiento posee el Borges real. El lector duda entre lo real y lo ficticio del personaje.
Por si fuera poco, Borges crea otro personaje similar a él, Carlos Argentino Daneri, quien representa a un bibliotecario, escritor, como lo fue él mismo autor en alguna etapa de su vida. Además, cuyo nombre nos recuerda a Dante Alighieri, poeta florentino, escritor de la Divina Comedia. Helena Beristaín dice que: “parodia es la obra original construida a partir de la codificación de elementos estructurales tomados de otras obras”.[2] Es inevitable recordar el descenso de Dante al Infierno y compararlo de inmediato con la bajada de Borges al sótano, donde se encuentra el místico Aleph. Por consecuencia, Carlos Argentino sustituiría a Virgilio, aunque de una manera menos sacralizada.
Borges se da a la tarea de deformar la realidad, quizá por eso nos habla de espejos, traducciones, retratos y oscuridad. Lo hace también, al hablar de Beatriz Viterbo, cuando recuerda varias fotografías: “Beatriz, con antifaz, en los carnavales de 1921; la primera comunión de Beatriz; el día de su boda con Roberto Alessandri; Beatriz, poco después del divorcio”. Como si se tratara de varias mujeres y sólo de una. Beatriz, que es el amor platónico del protagonista; Beatriz, de la que va olvidando sus rasgos, debido a la trágica erosión de los años, se vuelve algo subjetivo.
Otra característica del cuento, es el uso de la metaliteratura, por ejemplo cuando Borges dice: “lo que mis ojos vieron fue simultaneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es”. El escritor se refiere a que tiene que escribir palabra tras palabra, para describir lo sucedido. Otro ejemplo de la metalitaratura empleada en la obra la vemos  cuando el autor escribe: “el segundo hemistiquio entabla animadísima charla con el lector”. Lo hace al referirse a la mitad de un verso que se autoalaba Carlos Argentino.
Hay más similitudes entre el texto del escritor argentino y Platón, la alegoría de la caverna, cuenta que los hombres están encadenados, de pies y cuello, deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, por su parte Borges el personaje debe de permanecer inmóvil y ver a un punto fijo, unos las sombras y otro el Aleph,, en ambos casos una imagen que sustituye la realidad.
En contra parte, vemos diferencias, por el lado de la alegoría de la caverna las imágenes son reflejos de objetos reales, lo real estaría fuera de la caverna, sin embargo en el Aleph, las múltiples imágenes que se ven a través del Aleph, tan sólo son posibles verdades.
En conclusión, Borges demuestra que es apropiado usar textos pertenecientes a otras tradiciones para crear algo más rico; y dice que: “no debemos temer y que debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo”.[3] Haciendo hincapié en que usemos todos los temas, porque nuestra nacionalidad sólo es una máscara. Linda Hutcheon se pregunta y contesta de la siguiente manera: “¿Qué puede ser parodiado? Cualquier forma codificada puede, teóricamente, ser tratada en términos de repetición con distancia crítica”. Recurso que utiliza el escritor argentino de manera sutil y con maestría. Parece ser que a Borges lo que más le gusta, es encontrar temas paradójicos, curiosidades que pueda abordar desde una visión sobrepuesta, para enloquecer un poco al lector y obligarlo a la relectura, conglomerar el breve texto de sucesos, lugares y personajes, que muchas veces invitan a la investigación para poder ser comprendidos. Lo curioso es que lo logra sin ser aburrido. No sólo hace una renovación de mitos e historias asiáticas u occidentales, además, busca ese sitio o suceso extraño, equiparable a los textos sagrados. El lector puede hacer múltiples interpretaciones del cuento Borgiano, pero será más enriquecedor si se buscan las obras que cita o lugares de los que habla en sus relatos para descifrar mejor el cuento.       



[1] Jorge Luis Borges. El escritor argentino y la tradición. España, Madrid, 1997.
[2] Helena Beristaín. Diccionario de retórica y poética. México, D.F., 1995 p. 387.
[3] Jorge Luis Borges. El escritor argentino y la tradición. España, Madrid 1997.

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